Ralf Schumacher ha anunciado hoy, a los 32 años, y después de haberse quedado sin ninguna opción para pilotar un coche potable en F1, que se toma un año sabático, o lo que es lo mismo, que deja la competición al máximo nivel, porque si nadie lo quiere este año que aún tiene las cosas frescas, menos lo van a querer en el futuro, cuando tenga más años y esté oxidado.
Es llamativo que no hubiese hecho este anuncio a final de la catastrófica temporada 2007, cuando ya sabía que lo iba a tener casi imposible para seguir en la categoría reina. Hubiera quedado mucho mejor, pero parece que amarrarse a las últimas esperanzas de conseguir algo decente ha jugado en su contra.
En 2007 consiguió 5 puntos, tres menos que Trulli, y su mejor resultado fue el sexto puesto en Hungría, de “gran recuerdo” para Alonso. Hay que reconocer que el coche fue una auténtica castaña, pero con lo mismo Trulli tuvo actuaciones destacables en calificación y algunos buenos momentos en carrera.
Lo peor de todo es que se ve a Ralf como un piloto desaprovechado, al que una cabeza mejor amueblada le hubiera permitido ser un piloto de mayor éxito. Lo hacía bien cuando las cosas iban de cara, como en Williams, donde superaba a Montoya cuando el coche estaba a su gusto. Allí consiguió algunas victorias, y parecía que podía contarse con él para el futuro. Pero en lugar de progresar, se tomó el contrato con Toyota como su retiro dorado, y no como la oportunidad de hacer a su alrededor un equipo pujante y competitivo.
Hace tres años ya se sospechaba que aquella lluvia de millones no iba a traer nada bueno ni para él ni para Toyota. Tres años después sólo podemos confirmar con desencanto que la Fórmula 1 ha vivido otro episodio de desaprovechamiento de recursos técnicos y humanos.
Es llamativo que no hubiese hecho este anuncio a final de la catastrófica temporada 2007, cuando ya sabía que lo iba a tener casi imposible para seguir en la categoría reina. Hubiera quedado mucho mejor, pero parece que amarrarse a las últimas esperanzas de conseguir algo decente ha jugado en su contra.
En 2007 consiguió 5 puntos, tres menos que Trulli, y su mejor resultado fue el sexto puesto en Hungría, de “gran recuerdo” para Alonso. Hay que reconocer que el coche fue una auténtica castaña, pero con lo mismo Trulli tuvo actuaciones destacables en calificación y algunos buenos momentos en carrera.
Lo peor de todo es que se ve a Ralf como un piloto desaprovechado, al que una cabeza mejor amueblada le hubiera permitido ser un piloto de mayor éxito. Lo hacía bien cuando las cosas iban de cara, como en Williams, donde superaba a Montoya cuando el coche estaba a su gusto. Allí consiguió algunas victorias, y parecía que podía contarse con él para el futuro. Pero en lugar de progresar, se tomó el contrato con Toyota como su retiro dorado, y no como la oportunidad de hacer a su alrededor un equipo pujante y competitivo.
Hace tres años ya se sospechaba que aquella lluvia de millones no iba a traer nada bueno ni para él ni para Toyota. Tres años después sólo podemos confirmar con desencanto que la Fórmula 1 ha vivido otro episodio de desaprovechamiento de recursos técnicos y humanos.
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